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San Jerónimo Tecuanipan
Puebla.


manuelpalma32@hotmail.com

HISTORIA

Inspirados en nuestra experiencia de trabajo con inmigrantes mexicanos en los Estados Unidos, pensamos en incidir en el fenómeno de la migración desde su origen. Esto nos llevó, en 2008 a san Jerónimo Tecuanipan, un pueblo campesino a las faldas del volcán Popocatépetl de alrededor de 2 mil habitantes, en donde el nivel educativo es del 6º de primaria y en donde 6 de cada 10 familias tienen por lo menos un familiar en los Estados Unidos.

Como contrapropuesta a la tendencia paternalista de muchos proyectos sociales, elegimos no crear iniciativas sin antes conocer los ritmos y la naturaleza del pueblo que nos hospedaba. Construimos una pequeña casa de adobe en el estilo local tradicional, y comenzamos una exploración de modos de vida sustentable y de vida simple. Pronto, habitantes de Tecuanipan nos empezaron a llamar Casita de Barro, nombre que adoptamos porque habla de nuestra aspiración de convertirnos en un espacio demostrativo de vida sustentable. Queremos invitar a las familias de campesinas locales a aplicar ecotecnias simples, de sencilla producción y aplicación, que revaloricen el conocimiento tradicional local y que aumenten su calidad de vida. Estamos convencidos de que la sustentabilidad puede ser herramienta de justicia social.

La región padece una aguda carestía que coloca al municipio de Tecuanipan muy por arriba de la media nacional de pobreza y pobreza extrema (CONEVAL, 2010), lo que sugiere proponer modelos para sensibilización del público sobre prácticas de autoconsumo, revalorización de lo local y autonomía alimentaria propias de la permacultura.

NICANCALLI, UNA ESCUELA CAMPESINA

La acción educativa que inició en el año 2009 cuando un joven pidió ayuda con su tarea, trascendió, a lo largo de una década, hacia un programa de educación ambiental que no dejaba de atender las necesidades escolares de la comunidad. Sin embargo, para poder servir a un rango más amplio de niños, las escuelas locales nos abrieron las puertas para la realización de un programa comprensivo de ecología.

La confianza tanto de madres y padres de familia como de las maestras locales, nos ha permitido construir la base de un esfuerzo educativo de largo aliento que propone voltear la mirada del niño hacia su territorio. Inspirados por el modelo de educación popular, generamos proyectos como un huerto escolar y un vivero forestal, así como continuas visitas de campo, tanto a proyectos comunitarios como visitas a espacios clave del territorio.

Paralelamente, la sede de Casita de Barro ha integrado cultivos agroecológicos y agroforestales que se proponen como un espacio vivo de enseñanza-aprendizaje abierto a la comunidad que nos alberga. Así, jóvenes y adultos de la región aprenden y enseñan preparando abonos y aplicando diversos sistemas de control de plagas al tiempo que exploran las posibilidades de procesar sus cosechas con métodos sencillos de conservación que, a la vez, generan valor agregado al producto de su tierra.